lunes, 23 de febrero de 2015

Autoaceptación


     Hay una etapa obligatoria que todo ser humano debe pasar, al menos, una vez en la vida; la autoaceptación. Se trata de esa fase en la que tras haber renegado de ti mismo y todo lo que te rodea, terminas cediendo al empeño de tus piernas por ser ellas las que te transporten, independientemente de la manera en que luzcan, a pesar de la celulitis o esa eterna blancura de quirófano. Sí, no son unas piernas nada atractivas, pero me traen y me llevan. Son mis piernas. Pues como con esto, con todo. 

     Lástima que algunas personas dilaten en el tiempo esta etapa. Todos sabemos, aunque a veces queremos ignorarlo, que la no aceptación de uno mismo no es más que un engaño a tu persona, una farsa, un vivir en un mundo ajeno y descuidar el tuyo propio. 
Es por ello que la gran mayoría de personas que sufren depresión, ansiedad, o patologías similares, suelen tener la no aceptación como factor común.

No he realizado ningún estudio ni soy licenciada en salud mental. Hablo desde la experiencia de una persona que lleva diez años padeciendo ansiedad y fobias.

     Aquí donde veis a una persona tan extrovertida y dicharachera, hay un micro universo de miedos e inseguridades dignos de una novela con tintes paranormales. Lo bueno del caso, es que haciendo lectura de todo lo vivido me doy cuenta de lo mucho que he avanzado. He aprendido que la ansiedad es una patología más, como la diabetes o la hipertensión.  Ni estoy mal de la cabeza ni se me va la olla, simplemente estoy enferma. Una vez aceptado esto, tengo dos caminos; o trabajar para hacer mi día a día más fácil, o lamentarme eternamente perdiendo las miles de oportunidades que me ofrece la vida. A pesar de haber optado por el segundo camino durante mucho tiempo, supe bifurcar mis pasos hacia la senda correcta e ir acercándome, poco a poco, a lo que considero mi felicidad.



     Cierto es que no soy perfecta, al contrario, parezco salida de un cuadro de Botero, pero puedo asegurar que no hay nada más gratificante que ser consciente de ello y seguir haciéndome a mí misma. He pasado de mirarme al espejo por la mañana y sentir angustia a sonreír cuando veo la cara y los pelos con los que me levanto.

     Pero lo más importante, lo que da sentido a cada vida, lo esencial, lo divino, es dejarse querer por la gente que forma parte de tu entorno. Por aquellos que han sufrido tus caídas y tus excesos como propios, los que siempre te acompañan a pesar de tu empeño por sentirte solo, aquellos que, sin que lo sepas, lloran por ti y luchan por sacarte adelante. ¿No son razones suficientes como para dejarse de tonterías?

     Para terminar, quiero decir que soy partidaria de que cada quién busque la felicidad de la manera que crea oportuno. Si no estás contento con lo que tienes y quieres cambiarlo, adelante. Pero recuerda. Hay cosas que no se pueden cambiar, solo esconder o disfrazar. En ese caso, ¿por qué no pruebas a aceptarlas?


3 comentarios:

  1. Sí, ese es el camino, aceptar lo que no puedes cambiar y luchar por lo que sí está a tu alcance aprovechando las ventajas que te ha dado la naturaleza, sin lamentarte de las desventajas.
    Me alegra verte así, no tengo que decírtelo.

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  2. Plas, plas, plas... Muy buena entrada. Y cierto, cada quién debe de buscar su felicidad de la manera que crea más oportuna, siempre que respete a la gente que le rodea, claro está. Y hay que quererse. Que parece que no, pero más de una vez se nos olvida.
    Besotes!!!

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  3. A veces la vida nos da la espalda y se nos muestra totalmente diferente a lo que habíamos planeado. Hacer planes está bien, pero el destino, o la vida decide por ti. Claro que hay que quererse y aceptarse; pero sin confundirlo con egoísmo. Hay gente que por salirse con la suya, es capaz de cualquier cosa. Y no te preocupes, que todos tenemos o hemos tenido algo. Lo que pasa es que nos da miedo reconocerlo y hacemos como que nunca nos pasa nada. Todos tenemos miedos y fobias. Pero ole por ti, por haber escrito esta entrada. Un beso.

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