lunes, 19 de agosto de 2013

Gracias por todo lo que me has dado, Abuela



Querida abuela,

te regalo esta rosa blanca, símbolo de pureza e inocencia, justo lo que tú desprendías, aparte de dulzura, encanto, amor, nobleza...

Todavía no puedo creer que ya no estés entre nosotros, ha sido  todo tan rápido... Pero no quiero que esta carta sea triste. Mi deseo no es que te apenes con mis lamentos sino imaginar tu dulce sonrisa como cuando te decía que siempre estabas guapísima y tú ponías poses de modelo o cuando llegaba cualquier evento familiar y no cabías en ti de gozo al ver  tu casa llena de gente.

Dejas atrás siete hijos, quince nietos, una bisnieta y otro bisnieto a punto de nacer que, justo hoy, sale de cuentas. Hoy... justo hoy... el día que te damos sepultura... fíjate que pienso que eres tan generosa que te has ido para dejar hueco, porque de tantos que somos no cabemos. Me queda el consuelo de que te has ido con la satisfacción de que se llamará Diego, como al que tú considerabas tu padre. Recuerdo como te emocionaste al recibir la noticia.

Ay, abuelita, después de 30 años a tu lado no me imagino la vida sin ti. Ya sé que soy muy mayor y me veo ridícula llorando así, como una niña, pero ¿qué esperabas de mi si sabes de sobra que te amo con locura?
Me encanta chincharte y que me digas que soy una escopeta de dos caños, me encanta que me llames cada vez que tienes caldo para que vaya a comer a casa, me gusta tu olor, tu piel suave, la manta de nieve que recubre tu pelo. Y qué decir de la madre que me has regalado, el mejor tesoro del mundo. Ella si que está desconsolada sin ti. Pero no te preocupes que mis hermanos y yo cuidaremos de ella como a ti te hubiera gustado.

Por favor, Purita, no dejes de guiarnos allá donde estés. Haznos llegar tus sabios consejos de alguna manera y que cada 6 de enero, nuestro día, no sea triste por tu falta sino un homenaje a tu figura y al placer de haberte disfrutado y haberte tenido entre nosotros tanto tiempo.

Me queda pedirte perdón por no haberte podido llevar al viaje que te prometí y decirte que, lo que tú y yo sabemos, aquello que tantos años te ha estado haciendo sufrir,  no va a quedar así. Te lo juro por mi vida.

Te amo con locura.

Descansa en paz mi reina.